1 de enero de 2013

CUARTA ESCENA

Antes de que comenzara nuestra discusión en mi última clase de baile con (Name), alcancé a escuchar cuando ella le dijo a Kevin el nombre de quien había sido su primer profesor de baile; se trataba de George, años atrás había sido uno de los mejores y más populares bailarines que habían existido, además, era el hombre que aquella noche danzaba con Rachel, la mujer que más me había impactado en mi infancia. No supe en que momento me asaltó la sensación de tener que buscarlo, de pedir su consejo como profesional de baile, y de paso preguntarle por el paradero de ella. Así que tomé mi decisión y fui a buscarlo; logré identificarlo a través del cristal, se encontraba en la librería "France", y aunque las canas que le brillaban desde lejos mostraba un ligero cambio en su apariencia, era inevitable transportar mi memoria a aquella escena que había despertado en mí el interés de ser bailarín.
   Mi edad, siete años; recuerdo que mi padre me llevó al teatro como castigo a mi indisciplina estudiantil, yo no paraba de llorar, me sentí humillado cuando me cogió de la mano y me paseó bajo presión y amenaza de enseñarme lo que en realidad sí era disciplina. Al llegar me quedé perplejo con la elegancia de la gente que asistía al lugar., y sentí vergüenza de encontrarme con mi uniforme sucio, mis zapatos manchados, la camisa arrugada y el pelo despeinado. Entré y detuve la mirada en el escenario. Me enamoré de ella. Era la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida: ¡Rachel! Cabello negro agarrado en una moña, con unos mechones que le caían en forma de espiral, ojos negros y un cuerpo perfecto, era demasiado para los ojos de un niño de tan corta edad y que, por lo pronto, no podría tener la dicha de acercársele para darle un beso en la muñeco como premio por su excelente actuación, cuando en realidad lo que había admirado en ella era su figura. Definitivamente, no tenía los suficientes años para conquistar. Era mi cruel realidad, me sentí decepcionado de mi aspecto incompetente, además de la vergüenza que se apoderó de mí por culpa de mi facha, pensando en cualquier momento del baile, Rachel podría observarme, ¡qué iluso fui! Su compañero de escena era George, sin duda, para mí, el hombre más afortunado del mundo, además de ser el mejor bailarín de su época: nada diferente podría esperarse de él; ya se había ganado el premio con mucha dedicación , especialmente por su destreza, aunque su género de hombre verdadero despertaba cierta duda entre el público. Creo que todos lo sabían, pero lamentablemente me enteré por completo de ello por mi padre, cuando iracundo, recibió la noticia de que había despertado en mí, en ese momento, el deseo de ser bailarín. Se enfadó conmigo, me dijo que eso no podría ser, que ese arte no era para hombres y nunca lo entendí hasta varios años después, cuando mi asombrosa pubertad hizo su entrada triunfal en mi cuerpo un día me desperté mojado y con muchos deseos de ser un hombre verdadero; sin embargo, y a pesar de mi descubrimiento, el trauma de mi padre nunca me importó y decidí empezar a asistir a mis clases clandestinas de los viernes; me escapaba del colegio más temprano, fue una de mis mejores épocas, sin reservas, sin los reclamos de la estricta educación de mi padre, todo haciéndolo a escondidas. Fue algo emocionante, además, porque empecé a despertar mis verdaderos deseos carnales, aquellos que lograron ser estimulados por mis primeras bailarinas. Esa noche aprendí que mi padre nunca podría enterarse de mis deseos, que siempre debía permanecer muy bien vestido aunque estuviese en mi casa, pues nunca sabría qué podría ocurrir a cualquier hora del día o qué chica hermosa se pudiera atravesar en mi camino, ero era un acertijo que yo no tendría por qué descrifrar, por lo tanto, era mejor evitarlo.
   Ahora, veintiocho años luego de ese primer encuentro, George se encontraba leyendo un libro titulado The Good Dancers of History; no supe cómo acercármele, sólo tenía en mi memoria a la mujer que pasó por sus manos, la misma que pudo acariciar con sus dedos como quien toca una guitarra para acompañar su danza, una mujer que vi por primera y última vez aquella noche en que tuve la fortuna de encontrarme castigado por el dedo justiciero de mi padre, el mismo que me invitó a hacer el intento de ser bailarín, me senté en el sillón de enfrente y cogí el primer libro que encontré, era una obra de poseía, la suerte me acompañó en ese momento, ¿qué mejor compañero para aprender a conquistar los oídos de una mujer? Aroma de poesía lista para abrirme paso a los extraños encantos femeninos y a nuevas entrañas; empecé a ojearlo y descubrí palabras muy nuevas para mí, otras modificadas y acomodadas a las necesidades de la persona que las escribía, un baile de tonos y sonidos indescriptibles de palabras bien logradas; definitivamente, aquel interesante libro sería mi próximo texto de lectura y, por supuesto, de aprendizaje. ¿Qué mujer no caería en mis brazos luego de una dedicación como ésas? Incluso Rachel, si es que aún existía.
Cerré las páginas.
   -¿Es usted George? -le pregunté con un tono casi informativo a causa de mi certeza.
   -Sí, mucho gusto. ¿Qué se le ofrece señor? -me respondió reafirmando mi desgracia de ya ser un señor de treinta y cinco años, mi peor desdicha o mi mayor fortaleza. Aún no lo sabía.
   -Mi nombre es Tom Kaulitz, lo vi hace muchos años en una presentación en el Teatro de las Artes Escénicas y me pareció fantástico -no se me ocurrió qué otra estupidez decir, aunque era cierto, de alguna manera tenía que romper el hielo.
   -Pero debió ser hace muchos años y parece que usted no tiene tantos, ¿verdad? Me animó a sentirme aún adolescente.
   -Gracias por su gesto, no sabe cuánto me halaga. La verdad, en esa época yo todavía era un niño y creo que al ver por primera vez una danza como ésa, ver su talento, además de la hermosa mujer que lo acompañaba ese día, me impulsó a comenzar mis clases de baile -le dije con la mirada perdida en una mujer que en ese preciso instante entraba a la librería.
   -¿Es usted también bailarín? -me preguntó sorprendido, luego sonrió con alegría poniendo al descubierto algunos de los ademanes que evidenciaban su homosexualismo. Me sentí ridículo.
   -Sí, soy bailarín, o eso intento ser, he salido pocas veces a escena frente al público, llevo mucho tiempo practicando con diferentes bailarinas, no me he dedicado a esta profesión como carrera principal, aunque es mi hobbie favorito y quiero seguir intentándolo -le dije.
   -No entiendo como alguien puede seguir la carrera de baile como hobbie, usted debe saber que ésta no puede ser una profesión secundaria, hay que dedicarle toda la vida -me respondió con la razón en sus labios.
   -Es cierto -le dije, aclarándole que también tenía otros negocios que copaban mi tiempo. En este instante perdí de vista mi objetivo central.
   Creo que George tenía mucha razón en sus palabras, puso en duda mis convicciones. Eso no me gustó, sin embargo yo siempre supe cuál era mi verdadera ruta, mi meta principal, sabía en los más profundo de mí que siempre iba a tener una excelente compañía, y la profesión de bailarín iba a servirme de cómplice en ese objetivo, tratar de encontrar a la mujer perfecta, no descansaría hasta encontrar la mía verdadera, si es que tendría el placer de conocerla algún día. La conversación empezó a tornarse tan incómoda, que decidí entrar rápidamente en el tema, le pregunté por Rachel y me enteré que se había trasladado de ciudad y que en ese momento arribaba los hermosos cincuenta años, y aunque nunca había estado con una mujer de tanta edad, empecé a sentirme interesado en vivir una experiencia como esa; me dio un par de consejos sabios de como ser un gran bailarín, pero por pensar en Rachel y sus maravillosos cincuenta años llenos de experiencia, después no pude recordar con suficiente claridad sus palabras. Me dijo que hacía un año había perdido contacto con ella y se mostró interesante en averiguármelo pero con la condición de que le aceptara una invitación a un café. No era tanta mi obsesión, preferí excusarme amablemente y posponer la cita para un mejor día, en realidad, no valía la pena perder mi tiempo en un marica que no tenía mi estilo aunque fuera muy interesante su charla.



Ese Tom: todo un casanova. Jaja.
¿Queréis que deje espacios entre la narración y los diálogos? Es que yo cuando lo leo me hago bolas xd.
Cuidaos ;-).
PD: Feliz año nuevo guapuras: que Dios os colme de bendiciones; y ojalá que cumplan vuestras metas que se propongan para este año. ¡Oh! Y que estéis llenas de salud, amor.. bla, bla. ¡Ah! Y que también obtengan el nuevo CD de Tokio Hotel *-*. Jajaja escuché un rumor -espero y vosotras también-: así que solo tendríamos que esperar entre enero y febrero, ¿sí? xDD.
Adiós :3♥. 

2 comentarios:

  1. Lise me encanta mucho la fic es muy interesante.. Ahy Tom ahora con una mujer mayor >.<
    Siguelaa prontoo.
    Feliz año muchos exitos este 2013 :D y obvioo el CD de TH ..
    Cuidate bye

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    Respuestas
    1. Jajaja si: me quedé con cara de "Tom, eres un puerco e.e". Gracias por comentar.

      Tú también cuídate ;-).

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Nos vemos en la siguiente escena.
Gracias :3