PRIMERA ESCENA

Abro los ojos; acabo de experimentar uno de mis mejores orgasmos, me dejó exhausto. De repente, mis párpados volvieron a cerrarse y me transporté a un feliz y profundo sueño. No volví a saber nada de mi existencia. No pensaba en ella, siempre me ocurría, que al abrir de nuevo los ojos, luego de caer en un profundo sueño posorgásmico, sabía quién era la causante de mi placer, pero cuando empezaba a entrar en el letargo, nunca lo recordaba, qué mal para ella si lo supiera.

Aquella noche sentí que el cielo era mi cómplice. Mentí.

Volví a caer en un profundo abismo de pasiones secretas: su nombre; Anne, estaba enamorada de mí, motivo suficiente para salir huyendo de aquel sentimiento al que siempre le tuve un terror indescriptible, que se sumaba a la escasez de mi vocabulario. Recuerdo que mi madre siempe me insitía en que la buscara, tratando de convencerme de que era una mujer buena, siempre me lo dijo, tantas veces como pudo.

Y confieso que siempre he creído en la acertada intuición de una madre y con mayor razón si se trata de la mía, la mujer más imprecable del planeta, cuerpo virginal y mente sana, pero creo que mientras más veces me lo decía, mayores razones yo encontraba para evitar un contacto sentimental con Anne, aquella niña hermosa con la que todos los padre de mis amigos soñaban tener como compañera de sus hijos y los míos de mí, pero era extraño lo que me ocurría con ella, una leve sensación de hastío una vez terminábamos nuestro acto sexual. Sin embargo, realicé múltiples intentos por encontrarla atractiva pars mis sentimientos, pero mis intenciones nunca me permitiiás ir más lejos de lo que mis ojos veían.

Nunca lo pude lograr, de ella sólo me importaba su cuerpo, la manera en que me hacía sentir, su perfume, la pícara sonrisa de sus carnosos labios cada vez que alcanzaba el clímax y su hermoso cabello rubio que le bajaba hasta la cintura, sí, ella era la mujer perfecta para las pasiones de un hombre como yo, ávido por sentir el amor de un momento y mi placer, el verdadero deleite de mis sentidos. Anne siempre confiaba en mí, en mis palabras de amor, las que por supuesto me abrían la puerta a aquéllas noches de pasión que nunca pude dejar de gozar. Creo que Gerard fue demasiado explícito conmigo cuando en una noche de copas me dijo con tono enérgico y mirada perdida a causa de los cincuenta tragos que traía encima:

   -Oye, amigo, vas a tener que definirte de una vez po todas, porque lo que es Anne, ¡esa mujercita será mía!

   Yo me encontraba en el mismo estado, por lo tanto nunca me importó su discurso, ¿quién iba a creerle a un borracho apestoso que decía ser mi amigo? Nadie. Incredulidad total tratándose de un vicioso que al día siguiente no se acordaría de sus palabras.
   He analizado tantas veces el motivo de mi insistencia en aquella amistad con Anne, no sé por qué después de tantos años, continuaba viéndola en las citas clandestinas de los martes, mi día multiorgásmico, pues aunque no éramos los hombres beneficiarios de tan soberana sensación, siempre viví algo similar, pues mis martes siempre estuvieron dedicados al sexo, cuatro orgasmos para mí eran múltiples, aunque no se presentaran en el mismo segundo. Y Anne convencida de mi amor por ella, todo por culpa de mis promesas.
   Ésta fue una noche diferentes a todas las demás y ella me lo sugirió a manera de súplica, en otras palabras, me dijo que querúia llegar más lejos en nuestra relación, creo que nunca antes me lo había dicho, siempre lo suponía, nunca lo preguntaba quizá por vergüenza de sentirse rechazada o por el convencimiento ottal de que siempre la amaría a causa de su figura, por sus curvas finamente delineadas y por si sonrisa pícara y seductora que siempre me incitaba y lograba de inmediato ponerme en la posición precisa para mi entrada en ella. Estábamos terminando nuestro acto y yo estaba empezando a concentrarme para ingresar en mi cuarto oscuro, el cuatro sagrado del sueño en el que me sumía luego de mi encuentro con mi ego y esta vez ella no me lo permitió.
   -Tom -me dijo con ojos de preguntas.
   Yo me desperté, me senté en la cama y antes de confesarme su secreto, pensé que me sentiría el hombre más importante del planeta, pero no fue así, ocurrió lo contrario: empecé a escuchar las peores palabras de mi vida, aquellas que me harían prescindir de mis deliciosas noches de placer y múltiples orgasmos con Anne.
   -Estoy embarazada -afirmmó con un tono de desconsuelo y al mismo tiempo de angustia.
   -¿Qué? -grité con los ojos desorbitados.
    El silencio me invadió la boca y en terremoto se convirtió mi cabeza, no supe que decir. Me levanté de la cama desesperado, caminé de un lado al otro de la habitación.
   -¡No puede ser Anne! ¿Me estás mintiendo? ¿Es una broma? ¿Quieres bromear conmigo, verdad? -exclamé con un tono más pausado tratando de convencerme a mi mismo de que el que realmente mentí era yo.
   -No, Tom, no miento, ayer fui donde mi doctor y me lo dijo, quería esperar el momento apropiado para decírtelo y quisiera saber si te gusta la noticia de que seremos padres...
   -¿Qué si me gusta? -le grité con rabia.
   -¿Qué si me gusta? ¿Cómo crees que me puede gustar esta noticia Anne? Estaba convencido de que te cuidabas, ¿Acaso te has vuelto loca? ¿No te das cuenta de las cosas? ¿No entiendes que tí y yo nunca podremos ser nada?
   Confienso que mis palabras sonaron demasiado fuertes en ese momento. Me arrepentí.
   Ella empezó a llorar desconsoladamente, salió corriendo, del cuarto y corrí tras ella, fue imposible alcanzarla, se enceró en el baño y empezó a gritar, lloraba acongojada detrás de la puerta. Empezó a golpearla diciendo palabras incongruentes: que su padre se lo había advertido y que ella nunca quiso creerle. Descubrí que yo era el único hombre a quien se había netregado y a quien amaba, me hizo saber que nunca más se folvería a enamorar. Muchas cosas empezaron a golpearme fuertemente, me esstremecí y empecé a temblar, caminé hasta la cama y me senté con los codos apoyados en las piernas, las manos me sostenían la cabeza tratando de buscar una respuesta con la mirada perdida en el suelo, como si con sentarme a pesnar fuera a resolver mi estupidez al haber confiado tanto, o la absruda insensibilidad de confirmar que esa situación no me haría responsable de ella, ni de su hijo.
   -¡Anne! -le hablé con voz más calmada, creo que había encontrado una salida que resolvería rápidamente la prisión a la que quería someterme. Me dirigí hacia ella con un tono muy cálido, le hice saber que la quería, eso era algo que siempre le había dicho con el único propósito de conseguir que semanalmente me entregara su cuerpo, la menra más fácil para disfrutarla. Creo que lo logré de nuevo esta vez, pues ella de inmediato abrió la puerta del baño, se dirigió hacia mí, se abalanzó en mis brazos.
   -¿De verdad me amas? -Preguntó con voz tienra.
   Le respondí un sí con la cabeza, le acaricié el rostro, la besé y logré con cautela lanzarle mi propuesta, y con las mismas palabras que utilicé al comienzo de la conquista, pude convencerla para salirme de aquella situación escabrosa en la que sin darme cuenta me había involucrado. Ella asintió con una actitud de tristeza, la abracé al tiempo que acariciaba aquel delicioso cuerpo, el que nunca tendría el placer volver a tocar, y finalmente descansé por completo. Lo había conseguido, pues una semana después ese hijo no existía y eso me hizo sentir poderoso, aunque meses después en los costureros de los jueves con mis amigos, mi entrañable Carlos me llamara payaso, palabra que surgió luego de la risotada que explotó producto de nuestras experiencias fracasadas con mujeres. Lo peor de este cuento es que a patir de ese momento mis amigos empezaron a llamarme de esa manera, como el peor de mis apodos.



BIENVIENIDAS SEAIS, CHICAS.
Espero y os haya gustado. Cuidaos mucho.
Adiós :-).