18 de enero de 2013

DÉCIMA ESCENA

No comprendo por qué tuve la tentación de buscarla. Habíamos tenido una relación tan exitante, que empezaba a extrañarla; tantos martes dedicados exclusivamente a ella tantas tarde de pasión que me habían hecho tan feliz. No era fácil tener que aceptar esa increíble etapa de mi vida ya que no se repetiría, aunque me la encontrara en la iglesia, Anne ya había tomado la decisión de no volver a buscarme, eso golpeó bastante mi propio valor, y pensar de que no haber sido por su culpa, de no haberse cuidado planificando, creo que todavía estaría disfrutando de las curvas que siempre me llevaban a un destino impredecible de placer. Anne se me aparecía en sueños invitándome a gozar de su cuerpo, y cuando despertaba, siempre me encontraba con la triste realidad de no poder volver a sentirla. ¡Qué tonto fui! Aquel domingo la vi cuando se dirigía hacia la iglesia acompañada de su madre, hice un gesto que reveló mis intenciones de hablarle, pero ella volteó la cara y siguió adelante; no quiso mirarme. Me sentí muy mal. De repente empecé a sentir el aroma de su piel que penetraba mis sentidos, y, aunque me había prometido no volver a ese horrible lugar, me fue imposible dejar de seguirla, y llegar al destino que ya conocía: la gigante casa del curita Romeo. Ella se perdió entre la multitud; no la volví a ver. Me senté en primera fila y acto seguido, apareció Marie frente a mi vista, me saludó con su gesto de virgencita pura a la que ya le tenía rabia. Le respondí con la misma sonrisita de idiota, no la volví a mirar. Se sentó junto a mí; sentía que me estaba convirtiendo en el hombre más infeliz de todos. Tener que someterme al sacrificio de realizar actuaciones ridículas para poder convencer a una mujer de inaugurar su cuerpo con un polvo mío, el mejor de todos, además de la inspiración que de repente despertaba en mí el curita Romeo cuando decía: "Polvo eres y en polvo te convertirás". Me hacia excitar cada vez más. Y estaba desilucionado, hubiese sido mejor que Alice se hubiera tomado la molestia de marcar mi número telefónico y rápido me lo hubiera regalado sin la necesidad de tener que hacer promesas de amor eterno o de matrimonios imposibles de cumplir, sin antesalas, ni traumas religiosos, ni temores de pecados mortales, además, con la deliciosa convicción de saber que lo iba a gozar de principio a fin con sus múltiples orgasmos, incluso sin la culpa de pensar en que estaba siendo infiel a su esposo. Esa sí era una mujer. Sentí nostalgia por aquel domingo que no me permitió acompañarla hasta su casa, creo que un estilo de mujer como ésa, siempre sabe cómo hacer las cosas para no afectar a nadie, ni a su esposo, ni a sus hijos, si los tienes, y por supuesto, a la persona que escogiera como su amante, Alice era una mujer inteligente, pero su mayor pecado era que no me llamaba y eso me hacía preocupar, ponía en duda mi virilidad de macho coqueto e irresistible para cualquier tipo de mujer. Tuve que conformarme con pensar que Marie sólo podría darme un besito a escondidas cada dos meses, pues según mis cálculos, sería un beso un mes, el siguiente mes de confesiones, arrepentimientos y múltiples oraciones para pagar culpas, luego al siguiente mes, otro beso y así sucesivamente; ése era el estilo de la gente que asistía a aquel lugar sagrado, pues mientras más convicciones religiosas, mayor tiempo se tardaban en saldar sus cuentas, luego volvían a pecar, pero si las convicciones eran débiles o confusas, entonces bastaba un padrenuestro sugerido por el ministro y cuenta saldada, el alma ya se encontraba lista para volver a pecar. Bonita manera de encontrar la salvación.
   Esta vez, al terminar la misa, Marie me tomó de la mano y me encaminó hacia afuera, tenía una mirada de complicidad. Me dijo que la acompañara, que tenía una sorpresa para mí. Llegamos a su casa, no había gente. Me asusté. Fuimos a su cuatro, cerró la puerta con llave. Me excité. Empezó a besarme. No parecía mujer inexperta. Empecé a besarla, a desabrochar su blusa lentamente, pensando que en ese momento ella me detendría. No lo hizo. Continuó besándome por un largo rato hasta que se detuvo. La miré asombrado.

   -Tengo miedo Tom -me dijo con una voz de niñita ingenua. No podía ser que se detuviera en ese preciso momento.
   -¿Crees que sí podremos entendernos como novios? -me preguntó como si abrirme las puertas de su sexo fuera la garantía para comprometerse conmigo y mucho más, ganarse mi confianza, y sobre todo mi corazón, cuya única dueña hasta el momento era mi santa madre. Era increíble que Marie, además de infantil, fuera también ilusa, y de paso tonta; aunque quedé pensado que quizá el tonto era yo por intentar seducir a una niña que si siguiera había alzando su primera etapa de madurez. Pues esa niñita ya estaba perdida, tendría que continuar, pues en ese momento, se convirtió en su obligación. Yo no iba a permitir que me dejara de la misma forma como lo había hecho con su primer beso.
   Claro que sí Marie, pero no te aceleres, que no hay tanta prisa, démosle tiempo al tiempo, verás, mi niña, que todo saldrá bien; sabes que ésta es nuestra más grande prueba de amor -le dije sintiéndome el más cursi. Creo que si Carlos me estuviera viendo me daría la peor fama de pendejo, además del horrendo apodo de payaso que ya me había ganado.

   Sentí que Marie le gustó cuando le dije mi niña y retomó sus besos, esta vez con más fuerza; empezó a tocarme, en esta ocasión tuve un poco más de cautela y decidí esperar a que ella tuviera la iniciativa de todo.

   -Marie, si no quieres hacerlo, yo no voy a obligarte, soy un caballero, me siento incapaz de tocar a una dama cuando ella no lo desea, no podría hacerte daño nunca -le dije con temor de que le hiciera caso a mis palabras, aunque estaba casi seguro de que esa sería mi mejor arma.
   -¡Qué lindo eres Tom, no puedo creer lo que me dices, eres único! -mi terreno estaba ya más que ganado. La fleché.

   Ella desgarró mi camisa, yo le ayudé, empezó a besar mi estómago dirijiendo sus besos hacia abajo; ya no pude parar.
Empecé a hacer lo mismo con ella; le quité la blusa, le acaricié el cuerpo con los dedos. Se excitó. Iniciamos nuestra lucha y aunque ella estaba un poco asustada, quiso seguir adelante. Sí, era verdad, no lo pude creer, era virgen. ¡Qué extraordinaria sorpresa! Me dijo que le dolía, que por favor lo hiciera más despacio. Accedí a todas sus palabras; no lo podía creer, Marie era toda una princesa, se encontraba muy estrecha, no lo pude evitar, fue tanta mi excitación de que no le di tiempo para que disfrutara. Llegué. Luego, ella empezó a llorar.
   ¿Ahora cuál era mi pecado? ¡Maldita sea! Exclamé para mis adentros. Ése era el problema de acostarse con una niña.
   Empecé a sentirme incómodo, no sabía que decirle, la verdad, yo no sentía nada por ella, y no era mi culpa que hubiera decidido entregarme a mí su cuerpo por primera vez, esa fue su decisión sin embargo, tuve que transformare para calmarla, casi no lo pude lograr. Tuve que decirle que me estaba enamorando de ella, que era una mujer hermosa y que siempre valoraría el hecho de que se hubiera entregado a mí por primera vez.

   -¿Me juras que no se lo vas a decir a nadie Juan? -preguntó con la cara bañada en lágrimas.
  -Cómo se te ocurre decir eso mi niña, un caballero no tiene memoria, además esto es el regalo más hermoso que podrías haberme dado, ¿cómo se te ocurre, preciosa, pensar eso de mí? -le dije con la cara haciendo un gesto de malestar, para que ella entendiera que sí podría seguir confiando en mí y convencerla de que nunca tendría el placer de volver a conocer a un caballero como yo en su vida. Me sentí el mejor, mi ego creció.

   Yo me encontraba feliz; pensar en el solo hecho de la envidia que despertaría entre mis amigos cuando les contara mi historia con Marie, sería un verdadero acontecimiento, creo que nadie iba a creerme; claro, hasta que les demostrara el pañuelo que yo siempre cargaba, manchado con su sangre, mi mejor trofeo. Creo que Marie creyéndose muy astuta, fue demasiado ingenua, ¿cómo se le ocurría pensar que yo me iba a enamorar de ella por entregarse a mí, siendo virgen? E ilusionarse tragándose toda la perorata que le dije casi de memoria y que me había aprendido en tantos años. Era la misma que había preparado para todas, sólo tenía que cambiar el nombre por el de cada una de ella para poder disfrutar de tantos encantos, eso era una verdadera delicia. En ese instante recordé la historia de mi amigo Josh, con quien había perdido contacto desde hacía muchos años; no se me olvida la batalla tan fuerte que había tenido que librar para llegar hasta el himen de Paulina y romperlo; convencerla de que serían novios, y que la presentaría en familia, era lo más estúpido que yo había escuchado en mi vida. Ella era una de las niñas más hermosas que había conocido en la secundaria, claro, seguida de Amy, que sí era una niña intocable por culpa de sus padres. Josh se encontraba desesperado, aunque ya sabía que ese sería su día, yo nunca le creí, pero luego que me mostró los sostenes de ella, las cosas cambiaron. Paulina era muy difícil, tenía un carácter muy agrio, y pocos amigos habían logrado acercársele, pero cuando ocurrió el acontecimiento con Josh, descubrí que no había ninguna que no pudiera ser vulnerable a mis palabras, todas al final caían, eso lo aprendí con el tiempo y la experiencia acumulada. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Fue uno de los periodos más maravillosos de mi vida, rompí el récord entre todos mis amigos. Con sólo recordarlo se me eriza la piel.

   -¡Qué épocas! -me dije a mí mismo. Suspiré.

   Marie no quiso que me durmiera, se sentía nerviosa, me pidió el favor de que la abrazara fuerte, accedí a todas sus órdenes, ya se lo había ganado con sus súplicas, pero extrañé el profundo sueño en el ingresaba luego de cada uno de mis orgasmos, no fue fácil permanecer en vela en los siguientes quince minutos. Ella empezó a hablar sin parar y yo, haciendo un increíble esfuerzo para no cerrar las ojos, sólo escuchaba palabras desordenadas, no le entendía nada de lo que decía hasta que alzó la voz para decirme...

   -Vístete rápido que están entrando mis papás -se levantó de un salto.
   -¡Qué! ¡Tus papás! -brinqué corriendo, con el corazón a punto de salírseme del cuerpo, mes vestí a toda prisa, me puse la camisa, y mis pantalones quedaron al revés, fue tanto el terror, que salté por la ventana de su cuarto, sentí que me fracturé, y aún así salí corriendo. Luego tuve que visitar a un médico.



¡Auch! Jajaja xd.
Perdón por la tardanza.
Adiós ;-). 

3 comentarios:

  1. O.o Tom que malo .. Pobre Marie :/ tan ingenua .. Tom aprovechado pero q mieditoo le dio sus padres hahahaha
    Me encantaa mucho la fic :P
    siguela .. Bye cuidate xD

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  2. Oh que malote es Tom
    pero en fin me encanto esta muy fascinante
    espero el proximo
    cuidate bye

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  3. neeein tom es un bad
    pobrecita marie
    perdón por no comentar antes
    bye cte:)

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Nos vemos en la siguiente escena.
Gracias :3