4 de febrero de 2013

DÉCIMA QUINTA ESCENA

La enigmática música me transporto a un lugar del más allá, Alice tenía en su casa el mejor ambiente preparado exclusivamente para mí. Ese fue el premio otorgado luego de la recuperación del pie. Velas, aromatizantes afrodisiacos, música excitante. Parecía un ambiente romántico aunque estuviese cargado de suspenso a causa de la ausencia de su señor esposo, un fantasma que sentí observándome desde el primer instante en que ingresé en su hogar; yo llevaba mi ramillete de rosas rojas; era algo que siempre me había dado muy buen resultado con todas, aunque no precisamente con mujeres del estilo de Alice. Eso ya lo sabía, sin embargo me atreví, y al verlas, sonrió. Aquella sonrisa no fue sorpresa para mí; ella las recibió y las puso a cumplir su relevante papel de adorno en la mesa de centro de la sala, allí lucían hermosas, el ambiente mejoraba volviéndose cada vez más apto para hacer el amor. Me excité. Sin darme cuenta, empecé a sentir un olor que parecía venir desde las entrañas del mar. Mentira, salía de la cocina; era la cena de Alice había preparado para mí. Nunca imaginé que una mujer de su estilo pudiera desperdiciar su tiempo en la preparación de alimentos, y sobre todo si se trataba de una mujer práctica como ella, esta vez sí me sorprendí hasta el minuto en que decidió confesarme que su esposo esa chef. Reí a carcajadas, aunque en el fondo sentí lástima por el, sin dejar de reconocer que me excité, me sentí el hombre más pecaminoso del planeta, pero como llevaba tanto tiempo visitando el templo de Dios, eso me daba la certeza de que conseguiría su perdón, por lo tanto, el acto de pecar se convertía cada vez más en una interesante experiencia.
   En la mesa de la sala encontré un ejemplar del libro de Alice: Libertad, camino hacia la felicidad. Aquellas cinco palabras despertaron mi atención. Ese fue el tema principal de discusión durante nuestra velada. Era cierto, la libertad es la base para que cada persona pueda elegir su propia felicidad, sin presiones, sin exigencias de nadie, sólo con el libre albedrío, cada quien podría hallarla; en ese momento me convencí de eso, y aún más compartiendo esa noche con una mujer tan madura, la más madura que había conocido hasta el momento.
   De repente, me asaltó la duda de su esposo y parecíamos conectados, pues antes de intentar preguntárselo ella me lo dijo.

   -La filosofía de mi libro es la misma que aplicamos mi esposo y yo en nuestro matrimonio -me pareció interesante su apreciación. Continuó.
   -Sólo la gente podrá ser feliz si logra quitarse sus ataduras y tratar de actuar libremente; es la única manera en que puedes descubrir la verdadera inspiración para tu felicidad -la observé afirmativamente. Me tenía impresionado sus palabras. Cada vez me enamoraba más de su figura, aunque me hubiera sido muy insinuante con su ropa, pues se encontraba vestida con la misma informalidad que tenía cuando la conocí. Creo que para un hombre práctico como yo, la ropa en una mujer sobraba en la cama.

   El mejor momento llegó después del vino, nuestras hormonas se tornaron burbujeantes, la temperatura de nuestros cuerpos subió en el preciso instante en que nuestras ganas aumentaron, nuestro deseo acumulado empezó a transportarnos por diferentes caminos, todos electrizantes, nos excitamos sin la necesidad de invocar nuestros pecados; allí no existieron culpas, sólo el placer de experimentar la sensación de estar vivos, sin dejar de pasar cada segundo sin gozar, sintiendo el infinito al alcance de nuestros cuerpos. Fue uno de mis mejores orgasmos y creo que ella sintió lo mismo. Fue uno de los momentos más plenos de libertad que tuve en mi vida. Alice era una mujer que se encontraba plenamente convencida de lo que quería, en ese instante tuve la oportunidad de sentirme como un ser individual, único en la tierra, pude disfrutar cada espacio del tiempo que compartí con ella sin la necesidad de llevar ni una sola máscara encima por primera vez. Fue una noche mágica, nunca la podré olvidar. Lamenté no ser parte de su vida, que ella no fuera mía, aunque luego de pensarlo muy bien, me di cuenta de que una mujer como ella nunca tendría propietario, era una mujer que se tenía a sí misma, pues no necesitaba de nada ni de nadie más para ser auténtica. Envidié su manera de ser, sospeché que me encontraba flechado.



Ay, Tom: nunca desaprovechas xd.

RESPUESTAS A LOS COMENTARIOS DEL CAPÍTULO ANTERIOR:

•Jennifer: tranquila, todo a su tiempo. Gracias por comentar. Tú también cuídate.

•Florencia: no importa, la que debería pedirte disculpa soy yo: no te comenté en una buena cantidad de capítulo xd. Tú tambien cuídate.

Adiós ;-).   

3 comentarios:

  1. Awww Tom siempre haciendo lo q mas le gusta >.< ok ok tendre paciencia hahaha
    siguelaa esta hermosa la fic.. :D
    bye cuidate

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  2. woww!!!!! Tom si que es insaciable no deberia sorprenderme
    sube pronto
    cuidate bye

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  3. ajajjaj Tom siempre Tom nuca cambia y no creo que cambie mi cuñis xD
    leí tu comentario en mi fic y Romina murió, en el cap40 lo sabrás
    es parte de la historia
    espero el prox
    bye cte:)

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Nos vemos en la siguiente escena.
Gracias :3